martes, octubre 09, 2007

Weeds


En cuanto a mi, ya nada más podía hacer. Me había acostumbrado a tener una buena vida, ocupándome tan solo de seguir asistiendo a las aburridas y rutinarias sesiones de padres de alumnos y, de vez en cuando, realizar alguna que otra tarea en mi casa. Pero ya no estás, quizás no deberías haberte empeñado tanto en tener una vida saludable. Ni el no fumar ni el no beber evitaron que aquel día, mientras ibas haciendo footing, tu cuerpo se desplomara frente al supermercado, sin un mal aliento que quedara dentro de ti, sin un aspaviento postrero. Quedo y solitario. Y ya nada más podía hacer. Vaya si me vengue de la vida moderna. No podía permitir abandonar lo que me habías dejado, mi vida en plena zona pija, plena de comodidades. Existe lo que se llama oferta y demanda. Y la marihuana, no os podéis imaginar lo que se demanda. Los viejos, para no sufrir dolor, que no creáis que la fuman, que va, se la echan al yogur, o la hacen con magdalenas. Los jovenes, pues porque sí, porque se junta la rebeldía y el flirteo con lo ilegal, y tanto vale para el chico que para la chica. Ahora, de hecho, más las chicas, con eso de ponerse a la altura de los tíos, que ya les vale. Los adultos porque, demonios, no aguantan a sus presuntas idílicas mujeres que visten ropas caras mientras abogan por un mundo libre de drogas mientras se ponen hasta el culo de margaritas con cañita. Así que nada, a vender marihuana. Espero que mis hijos no se enteren. Porque aunque yo la venda, no quiero que ellos la prueben. Sí, seré una hipócrita, pero lo que no soy es tonta. Y aquí, es lo que os digo, ya no me queda otra. Me vengo de la vida sana esa que profesan los adalides de la organización mundial de la salud. A tomar por culo, a mi marido se lo llevó la vida sana, la abstinencia de todo lo insano, de la grasa, del alcohol, del vodka con limón, de una cena opípara con cerdo y vino, el sedentarismo del anciano viendo una obra o el de la vieja viendo la telenovela. Os voy a volver a todos adictos, yo criaré a mis hijos y os irá muy bien. Os irá, de hecho, a todos mejor. Os abrirá la mente. A vosotros, mis queridos vecinos, que vais en cajas hechas de cartón piedra, que algunas son amarillas, otras azules, otras verdes...pero que al fin y al cabo, son todas igual.