jueves, agosto 21, 2008

son of rambow (Garth Jennings - 2007)


El otro día escuché, no sé donde ni si ese mensaje salio de la boca de un personaje de ficción o real como la vida misma, que el que tiene nostalgia de su infancia, es que nunca fue niño. Y oigan, más razón que un santo. Si tengo que hablar desde mi propia experiencia, los 30 no los cambio por nada. Mi infancia padeció la inmunde crueldad de los niños, parecida (salvando las distancias) a las de un psicopata, con tan poca empatía como la de un dictador que se cree sólo en el mundo, y además su ombligo. En Son of Rambow se nos presenta un trozo de la infancia de un niño, cuyo padre ha muerto y vive en el marco de una familia ultrarreligiosa (su madre y su hermanita pequeña). En el momento en el que conoce un pillo, un delincuente de poca monta, su vida da un giro de 360º. Ambos están obsesionados con "Acorralado", aquella gran pelicula de Stallone de serie B, y deciden hacer una película basada en ella, gracias a la cámara que posee el pillo, y a la gran imaginación que desprende el otro crío. Huelga decir que todo es una perfecta excusa para que el director enhebre una historia que respira ternura por los cuatro costados, cine social y humano que trata a los niños como lo que son: personas pequeñas que se pegan y suben a los arboles, que insultan y juegan y se hacen cortes. Todo ello lejos de la pesada moralina que acusa nuestro cine, en ese subgénero que tan bien conocemos como es el de ''perdida-de-la-inocencia''. Porque para hacer este tipo de historias bien, uno nunca debe ceder a la nostalgia, ni analizarlo desde el prisma del adulto. Son Of Rambow se gana a la audiencia a través de una fotografía preciosista, con unos claroscuros dignos de la escuela pictórica holandesa, un uso de la animación perfectamente engarzada con las imágenes reales, y una historia paralela de intercambio de estudiantes franceses que, de tan absurda, se vuelve irresistible. En lo que más flaquea, la descripción de la ''familia'' del niño delincuente, que consta de tan solo un hermano, al tener en la recta final un peso importante y regalarnos algunos de los pasajes más emotivos de la cinta.
Con forma de cuento de hadas y fondo de terrible realidad, Son of Rambow es una cinta muy recomendable, una amalgama de géneros que bien podría haber firmado un Terry Gilliam sin lisergia, o un Ken Loach sin tantas ínfulas socialistas. Que el título, un tanto desafortunado, no os impida disfrutar de una cinta recomendada, esta vez sí, y encarecidamente, a todos los públicos.

lunes, agosto 04, 2008

Kunsten at Grade i Kor (Peter Schønau Fog 2006)


La familia, ese maldito y necesario grupo sectario del que tanto dependemos. Tanto física, como psicológicamente, nos moldea en la infancia y nos deja preparados para un futuro, ya sea aciago o estelar. Y para bien, o para mal. En la historia del cine, muchos acercamientos ha habido al analisis de dicho estamento. Obviando los parabienes del cine moralizante, la familia siempre ha sido vista más como un tumor que hay que erradicar a tiempo, una disfunción que puede arruinarnos la vida. Recordemos cómo en Celebracion, la celebrada obra de Thomas Vinterberg, la caía del padre de familia era completamente necesaria para el saneamiento del grupo: la naturalidad del hijo que entierra al padre, y no viceversa. La caida del rey frente al peón, la estrategia natura, la selección natural.
En Kunsten at Grade i Kor se nota su procedencia danesa por los cuatro poros del celuloide. Tanto en su fotografía como en su soterrado e hiriente sentido del humor, negro, negrísimo, políticamente incorrecto. No es necesario dar demasiados detalles de su argumento: es mejor enfrentarse a esta obra durísima con los ojos ciegos de información, virgenes de prejuicios. Salta de un género a otro con habilidad de orfebre y no busca complacer, ni al espectador, ni al autor en sí mismo, a sabiendas que, sin duda, su obra levantará escandalo allá donde se proyecte: un escandalo necesario que despierte las aburridas conciencias del que piensa que, de puertas adentro, son todo bondades. Las interpretaciones son exquisitas, sobre todo la de la pareja de niños, enfrentados a escenas donde el costumbrismo mas banal se dan la mano con momentos extremos, pocas veces vistos con tanta explicitud en la historia del cine (si acaso me vienen a la mente la obra maestra de Todd Solondz "Happiness", o la incomprendida y olvidada "War Zone" de Tim Roth, películas con las que tiene más de un punto en común.
Es de recibo que esta película se vea por mucha gente, la más posible, y de todas las edades, a pesar de las escenas duras (es obvio que la infancia aquí está desechada, pongamos el tope en la adolescencia). De hecho, debido a que hablan un dialecto del danés excesivamente cerrado, han decidido estrenarla subtitulada, para que llegue al mayot número de personas posible. Es una cinta conmovedora, pulsa las teclas convenientes sin tender al amarillismo y exhibe una sutilidad que, en principio, puede chocar con su malsano sentido del humor. Además de contener una de las escenas más tiernas, preciosas y evocadoras, simbólicas, de lo que va de año. Pongan su p2p a funcionar, que merece la pena.

viernes, agosto 01, 2008

Stuck (Stuart Gordon, 2007)


Ya nos lo contaba Kafka en su agobiante El Proceso: la burocracia es el invento de los ricos para jodernos la vida a los pobres y que desistamos de nuestras intenciones de tener relación con nuestro gobierno, más allá del de los insultos pormenorizados frente a una pantalla de televisión, o el voto del que cada cuatro años ejercemos el derecho. Stuart Gordon seguramente haya tenido algún mal día burocrático, de esos de llegar a la ventanilla y marcharte con el rabo entre las piernas porque, ay, se te olvidó una fotocopia de un ignoto documento, otro que no estaba compulsado...
Stuck salpica su trama con detalles reveladores acerca de como la burocracia puede volvernos desesperados o tomar decisiones abruptas e incoherentes. Y no sólo la burocracia: el miedo al más fuerte también puede paralizarnos a la hora de tomar decisiones relevantes. No es cuestión de desvelar nada de la trama de la nueva joyita de Stuart Gordon, aquel que humedeciera nuestros sueños más húmedos con Re-Animator, aunque el cartel poco deja a la imaginación. Sólo reseñar que con Stuck, Gordon demuestra que es un magnífico artesano de la serie b (como lo es, ni más ni menos, Larry Cohen, últimamente más dedicado al thriller que otra cosa) y que, aunque la historia que vertebra su película pueda sentirse innecesariamente estirada como un chicle, siendo más propia de un corto, es lo suficientemente inteligente para aliñarla con golpes de efecto muchísimo más certeros que cincuenta películas de Ken Loach juntas. De este modo, se nos vuelve a advertir que el cine de horror, cuando se plantea de un modo inteligente y respetuoso para con el espectador, es infinitamente más efectivo como arma social que un puñado de cintas pobladas de desempleados y lunes al sol.
Son solo 80 minutos largos para reflexionar con una bolsa de palomitas frente a ti. Un último detalle. Cómo ocurría con El Pianista, es necesario advertir que la historia de Stuck está basada en hechos reales. Es necesario en tanto en cuanto que se vuelve a hacer real el dicho aquel de 'la realidad supera a la ficción'. Y tanto.