Half Nelson (Ryan Fleck - 2006)
No hace falta que les diga más, si de mis labios o dedos en este caso emergen las palabras 'Cine Indie'. Venga, todo de corrido: en el fondo, personajes marginales o perdedores, adicciones varias, tanto físicas como psicológicas, verbo sobre imagen, familias disfuncionales; en la forma, fotografía con grano, cámara nerviosa, interpretaciones presuntamente más basadas en la libre espontaneidad del devenir de los hechos que en las estrictamente ceñidas a un guión de hierro.
El pasado 2006, este tipo de cine, una marca (Sundance) y un género en sí mismo, nos dió una de cal y una de arena: la insufrible, pedante, engolada y amorfa "Thumbsucker" y la delicada, divertida, sincera y sentimental "Little Miss Sunshine". "Half Nelson", aún inédita en nuestras pantallas, se queda a medio camino, convirtiéndose en un lastimero quiero y no puedo que no resulta insultante en exceso, pero que se ahoga en sus propias pretensiones por querer contarlo todo, y de la mejor manera posible. "Half Nelson" cuenta la historia de Dan Dunne (Ryan Gosling), un profesor de historia adicto al crack y a la cocaína que establece una estrecha relación de amistad con una de sus alumnas, la joven Drey (Shareeka Epps). Sin embargo, las intenciones de Ryan Fleck y su guionista Anna Boden no se ciñen sólo a delimitar un universo de desarraigados que se buscan mutuamente, sino que intentan realizar un tratado en el que además converjan la sátira social, el adoctrinamiento político, el cine de denuncia, y la tertulia artística propia de un Woody Allen venido a menos. Fracasan en tanto en cuanto que no vemos en la pantalla el camino lógico de la narración, esto es, acción-causa. El meollo del asunto, lo que duele, se los toman al fresco, ilustrando puerilmente el film con escenas vacías en las que participan personajes completamente prescindibles: la exnovia del protagonista, su actual ''pareja'' con la que mantiene infantiles diatribas acerca de ideales. Además, desvelan un bastante torpe sentido del montaje, sobre todo en la escena paralela entre las cenas de la familia del profesor y las de su alumna, un entorno burgués acomodado el uno, marginal y pobre el otro, además de un molesto complejo de padre (el que le sienta tan bien, sin embargo, a Alejandro Gómez Iñárritu), combinando testimonios de la historia real que los alumnos declaman mirando a cámara, acompañados de imágenes de archivo.
De todos modos, no todo es desdeñable en "Half Nelson". La casi debutante Shareeka Epps borda un papel exquisito y contenido y hay secuencias en las que se agradece la sutilidad de la conjunción (por ejemplo, cuando advertimos que Dann es cocainómano, aplicando limpiacristales a la mesa y dejando caer un tubito blanco sobre ella). Sin embargo, el tramo final acaba siendo exasperante y forzado, quedándonos un plano final forzado, pretendidamente hermoso y efectista.
"Half Nelson" es, sin duda, otro producto más de la marca 'indie', en los que hay que rebañar para encontrar sinceridad de verdad.