jueves, noviembre 13, 2008

Eden Lake (James Watkins - 2008 - GB)


De un tiempo a esta parte, un par de títulos han coincidido en temática dentro del cine de terror: la de acosadores y psicópatas menores de edad. Quizás los guionistas se estén dando cuenta que el miedo y lo desasosegante cada vez se da más la mano con el salvaje y primitivo mundo de la infancia. Una, la más antigua, Ils, jugaba la baza del enigma: una pareja era acosada por una panda de chavales hasta darles muerte, pero sólo hasta el plano final se nos revelaba el origen de tales agresiones. La otra, estrenada este año y con resultados bastante funestos, es The Strangers, donde el director se leyó minutos antes el manual del susto y, con elementos que podrían haber funcionado a la perfección con una mano maestra (pienso en el Carpenter de Halloween y se me ponen los pelos como escarpias), pergeñó una insulsa muestra de, otra vez, survival horror, con una pareja en crisis siendo acosada en una casa por un trío de psicópatas que acaban con su vida, simplemente, por placer. Hemos obviado Funny Games por ser un remake calcado, aunque, en el fondo, tiene la misma temática.
Eden Lake parte de una premisa habitual en los survival horror: una pareja va al campo a disfrutar de un idílico fin de semana en un lago llamado, precisamente, Eden. Un encontronazo con una pandilla de adolescentes más bien talluditos (no superan los 16 años ninguno de ellos, y esta vez de verdad, no como en nuestros castings para las series de jóvenes... ya me entienden, treinteañeros imitando a zagales) convertirá su jornada en un infierno. Hasta aquí, el argumento les puede dar una pereza tremenda, pero no se confundan. No estamos ante el típico producto sensacionalista, gratuito, o efectista. No, tampoco se confundan. No estamos, tampoco, ante cine social y aleccionador a lo Ken Loach. Aquí hay sangre, y dolor, mucho dolor. En la película de John Boorman Deliverance, se apuntalaban las reglas del survival horror: terreno salvaje, intrusos en una localización poco generosa en cuanto a extranjeros y una anécdota que dispara todas las alarmas y hace que, el más sensible de los urbanitas sociables, se convierta en una máquina asesina y desesperada por la supervivencia. Eden Lake no es una película fácil: empatizamos con la pareja a las primeras de cambio y asistimos a pasajes que, todos más o menos, hemos sufrido (es decir, los primeros diez minutos... el que abusa del débil usando la fuerza del grupo). A esto se le une un mensaje que vertebra toda la película, que brilla intensamente en un pasaje durante la primera mitad, y que estalla en toda su inmensa crueldad en los últimos y desoladores cinco minutos: que la violencia engendra violencia, que de tal palo tal astilla, que la culpa de todo la tienen los padres. El plano final remata todo el espiritu pesimista de una obra necesaria, incómoda de ver, casi perfecta en su ritmo y economía de medios: el joven desprovisto de moral, ausente de valores, aislado en la burbuja que, palo a palo, ostia a ostia, se ha ido formando, que se mira al espejo y se siente orgulloso de lo bien que le sientan unas gafas rayban aviador.
Presentada con brillantes críticas en el pasado festival de Sitges, Eden Lake es la prímera película del director británico James Watkins, culpable del guión de aquella joya oculta llamada The Little Eye, que denunciaba los resortes de reality shows como Gran Hermano y que se ocupará de lo propio con la secuela de la estimable The Descent. Con sólo treinta años, ha conseguido tejer un híbrido perfecto entre Deliverance y ¿Quién puede matar a un niño?, una película de esas que no sabes si aconsejar, pero cuya calidad artística y técnica están más allá de cualquier duda. Según sus palabras, esta película no se disfruta. Esta película, se sobrevive. Se sobrevive, pero permanecerá en mi recuerdo mucho más que cualquier otra película que se estrene este año por estos lares.