Faster, Pussycat! Kill! Kill! (Russ Meyer - 1965)
Entre las primeras frases que oímos nada más empezar "Faster Pussycat, Kill! Kill!", nos encontramos con "sexo" y "violencia". Eso son los ingredientes principales de las exploit movies, películas baratas que se popularizaron a partir de la década de los cincuenta que ''explotaban'', de ahí el nombre'' el morbo de ver en la pantalla hecho de cuestionable moral, drogas, mujeres desnudas, asesinatos y pandillas juveniles, en pos de reventar las taquillas, y de paso entretener al americano medio, harto de su gris y anodina rutina diaria. Russ Meyer es uno de los directores más conocidos dentro del género: ha sabido granjearse una fama incuestionable a través de una filmografía llena de mujeres exhuberantes, de perímetro pectoral excesivo, machos dominantes y a la vez estúpidos que lo pierden todo al primer movimiento de cadera, entornos rurales en los que el redneck de la américa profunda decora los sucesos, siempre derivados de los pecados de la carne, los excesos, el dinero fácil y la lujuria. En 1965 rueda la que, a día de hoy y sin contar sus ''vixens'' queda como su película más recordada, "Faster Pussycat, Kill! Kill!", una enloquecida muestra de lo que singificaba el cine para el añorado Meyer. Asistimos a una enclenque historia paralela de ambición y venganza: el trío de go-go´s de club asesina al novio de una chica, y dan con sus huesos en la granja semiabandonada de un tullido podrido de dinero, padre de dos hijos, uno de ellos discapacitado. Ni que decir tiene que intentarán hacerse por todos los medios con el botín que el viejo tiene escondido. En todo momento, las mujeres del film son presentadas como figuras amenazantes, con esos contrapicados tan de cómic, mientras que los hombres son vilmente engañados o, simplemente, unos ingenuos de cuidado. Lo que más atrae de asistir a la proyección de una película como "Faster..." es constatar cuanto se le debe en parte al señor Meyer al cine de acción, digamos, moderno, fijando la vista sobre todo en Quentin Tarantino, consumado fan del cine del director californiano. Advertir, gozosamente además, que a pesar de que la supuesta violencia que entonces escandalizara, hoy en día pasaría la prueba del pase de sobremesa, es mucho más atrevida que otras producciones '' de entretenimiento'' de la actualidad. Es una película sincera: las tías están buenas y tienen la sarten por el mango, hay guiños lésbicos y peleas sobre la arena, planos detalle sobre músculos sudorosos y zonas pélvicas y bailes frenéticos en los que los inmensos senos campan a sus anchas, carreras de coches y puñetazos... Es una película divertida: hay escenas tremendamente surreales, como toda la transcurrida en la cena de la cabaña, y las actuaciones son deliciosamente histriónicas. Tiene una fotografía esplendida, con planos intensos como el abatimiento del hijo del tullido frente a la chica secuestrada... Y además, es una película que nos ha regalado todo un icono: la silueta de Tura Satana recortando el desierto, enfundada en un ajustadísimo traje negro.
Ya saben: ¡chicas a gogo!¡sexo y violencia!¡velocidad y riesgo! Faster, Pussycat! Kill! Kill!