I Sell The Dead (2008)
La historia es sencilla y se nos cuenta a través de una confesión en forma de flashback: la que relata el ladrón de cadáveres (tema recurrente durante la época del cine dorado de terror añejo) Arthur Blake (Dominic Monaghan) al sacerdote Duffy (interpretado por el siempre maravilloso Ron Perlman), justo después de que el compañero de tropelías de aquel, Willie Grimes (Larry Fessenden) haya sido ajusticiado mediante la guillotina. Arthur intenta convencer al padre de su inocencia, no tanto como espoleador de tumbas sino como asesino: su oficio lo aprendió desde pequeño, de la mano de Willie, trabajando para un científico loco interpretado por el venerable Angus Scrimm (el inolvidable Hombre Alto de la saga Phantasma). Ven como su negocio se puede ampliar mediante la 'adquisición' de 'cadaveres inusuales' y, a la vez, ven como se enfrentan a una temible banda que les hace la competencia, la familia Murphy (con un trío de villanos de antología). Y hasta aquí podemos leer.
Todo en esta película está cuidado con mimo: las continuas referencias al cómic, el cuidado y detallado diseño de producción, los diálogos que se van produciendo sin descanso y que, lejos de aturrullar, hacen que la acción avance a un modo frenético... Se nota que Glenn McQuaid es un gran aficionado al género y que su única intención es la de ofrecer un espectáculo digno, conciso (la película se alarga poco más de los setenta minutos) y que incluso se puede disfrutar con toda la familia. Si acaso se le podía haber sacado más partido al trío de villanos, pero es pecata minuta para un entretenimiento dignísimo que pasa como un suspiro y deja con ganas de más.