martes, junio 05, 2007

Grindhouse (1): Planet Terror


La primera película del díptico que conforma este ejercicio de estilo nostálgico llamado Grindhouse, lleva por título "Planet Terror" y está dirigida por el injustamente denostado Robert Rodriguez. Cuenta la (confusa adrede) historia de un arma bacteriológica que diezma a la población mundial, convirtiendo a la masa en una enfebrecida piara de zombies, con el único propósito de aniquilar, mutilar, desmembrar, y pegar más de un mordisco. Sin lugar a dudas, el señor Rodríguez se ha tomado el asunto muy en serio: las interpretaciones son abismalmente histriónicas, llevándose una montaña de laureles el desaparecido Josh Brolin, o Michael Biehn, que ilustra los pasajes más 'macho-épicos' de la historia. El tono del film, el esperado: humor negro a espuertas, gore a paletadas, mucho más del que estamos acostumbrados en una gran producción de hollywood, y muy poca vergüenza; una capacidad para crear iconos asombrosa (la imagen de la bailarina gogó, con la pierna amputada y reemplazada por una metralleta, la enfermera con el rimel corrido empuñando jeringuillas); jugosos cameos que se extienden más allá de lo anecdótico (Tarantino y su ya típico papel de maníaco sexual, Bruce Willis, esta vez ejerciendo el papel de malo de la función o Fergie, de The Black-Eyed Peas, mero florero para marcar tetas y justo guiño para lo que suponía este tipo de productos en la época en la que florecieron.
Hay que decir que Grindhouse ha sido un total y absoluto fracaso en los USA. Las razones que se me ocurren, a bote pronto, pueden ser varias: uno ya no está acostumbrado a meterse en un cine y ver mas de 180 minutos de cine, a no ser que sea Titanic o El Señor De Los Anillos, esto es, una filmación pulcra y limpia que dista mucho del grano gordo, los trazos de rollo sucio y el sonido cuasi monofónico del que hace alarde el proyecto Rodríguez-Tarantino. Otro, podría ser, que el público aficionado a las dobles sesiones vivía en otra época de la historia radicalmente distinta a la actual, más acostumbrado al machismo o la violencia cruda sin adornos o coartadas de ningún tipo, menos apegada a la violencia fashion contemporanea. Sea cuales sean los motivos, Rodríguez ha firmado en esta película uno de sus más sinceros y mejores trabajos, entretenido hasta la nausea, vertiginoso, arrebatador y deliciosamente chabacano. Sin medias tintas, como en los viejos tiempos.

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