No vamos a repetir aquí eso de que la realidad siempre supera a la ficción, y que una buena película documental es más terrorifíca que cien muestras de nauseabundo survival horror o slasher movie. Tampoco es nada nuevo saber que los gobiernos mienten, que sólo crean guerras para su propio beneficio, que sistemáticamente manipulan a la gente a través de los medios de comunicación, la propaganda política. Y los EEUU tienen a Hollywood y su ya más que centenaria participación en el mayor espectáculo del mundo (con permiso del circo) para que su propaganda sea el ejercicio de marketing más vistoso, eficaz y práctico, dándose la mano con aquel que crearon los chicos que estaban al mando del enano del bigotillo. "War Made Easy" no es sino otro documental antibélico, ni más ni menos en los tiempos que corren, que si bien es cierto que en algunos momentos roza lo manipulador (se siente, está destinado al público norteamericano que, votando por segunda vez a Bush a demostrado tener un CI por debajo de la media) al subrayar el mensaje que una (monótona y carente de vida) voz en off propiedad de Sean Penn mediante imágenes de desconsuelo infantil, es un documento de obligada visión para todos, sin excepción. Vibrante, con un montaje ágil y un uso apabullante de material televisivo, "War Made Easy" merece la pena al adentrarse en cómo la prensa ''independiente'' se convierte en el aliado perfecto para que el gobierno tenga inmunidad absoluta a la hora de mutilar, masacrar y asesinar. Eso sí, limpiamente, desde el aire, minimizando los ''efectos colaterales''.
Es dificil intentar hacer comulgar a los detractores de este estupendo film de José Padilha. Esgriman la baza de su supuesta adhesión fascista. Dicen que justifica punto por punto los terribles métodos que la BOPE impone en el mundo sin reglas de las favelas de Río. Que aboga por el uso de la tortura, el uso indiscriminado de la bala entre ceja y ceja, el "dispara bien y no mires a quién". Pues no. Créanme cuando les digo que si en algo es culpable Padilha, es el haber querido ser lo más objetivo posible y no tomar partido ni en un sentido ni en otro. Y se lo ha jugado todo a una carta polémica, espinosa, resbaladiza y que ha de tenerse en cuenta como lo que es: un recurso narrativo cinematográfico (no exento asimismo de detractores), el de la voz en off, que implica un sentimiento de 'sermón', 'adoctrinamiento' o, si me apuran, de 'publireportaje'. Ocurrió, si mal no recuerdo, algo similar con aquella obra maestra del, por otro lado cineasta intachable y provocador, Paul Verhoeven. Los cortos de miras pusieron el grito en el cielo, ciegos al no ver la sangrante parodia que destilaba la cinta. Quizás no sea el mejor ejemplo para ponerlo al lado de esta "Tropa de Elite", pero sin duda a Padilha se le ha malinterpretado. Y sí, puede ser que él sea el único culpable. Pero déjenme que les diga, que a veces al crítico de cine no se le entiende lo más mínimo: si Padilha hubiese entregado un manifiesto anti-BOPE, se le hubiese tachado instantáneamente de blandengue, cobarde, y políticamente correcto. El pequeño burgués nunca está contento con la manera en que se cuentan hechos espinosos, que sin duda se les quedan cortos, tanto geografica como personalmente. Tropa de Élite es un vibrante ejercicio cinematográfico que muta como una esponja, que se llena de principio a fin, y que se divide en dos partes: presentación de personajes y resolución de emboscada en fiesta funk en una favela, y la descripción de la operación "Juan Pablo II", una estrategia destinada a "limpiar" la zona para que el personaje pudiese dormir agusto al lado de una favela. En la primera parte uno tiene la sensación de estar asistiendo a una cinta de acción correcta, un tanto esquizofrénica, de montaje hiperquinético, pero al que tampoco se le puede sacar demasiado jugo socialpolíticamente hablando: sí, se nos muestra la situación del todo vale, de la corruptela de la policía que no se deja la piel por una mierda de sueldo, de los pactos con los narcos y de la hipocresia del estudiante de clase media que se mete una raya de coca a la vez que se manifiesta por los crímenes en las favelas (Ay, Padilha, ahí sí se te fue un poco la mano con la demamogia). Pero tranquilos. Está todo pensando: Padilha te engaña y te lleva de la mano a la segunda parte de su cinta de un modo fluido. Cuando te quieres dar cuenta, ya es tarde. El infierno de la BOPE, sus métodos espartanos de instrucción, su uso de la tortura... Todo este tramo es desolador, más si se enfrenta a la primera parte de la cinta, esa que tenía cierto aire a cine de consumo "de denuncia". Y vuelvo a repetir: si de algo es culpable Padilha, es de haber querido filmar del modo más frío posible, y haber dado la voz cantante a un padre de familia trastornado, a un psicópata que maltrata a su mujer (aunque sea dialécticamente) y que lo único que ansía es quedarse en casa y ver como otros matan (bien) en su lugar. Otra pista para los que braman en contra de la película y su supuesta filiación filofascista: el camino que emprende el estudiante negro, de intachable valedor de sus ideales, honesto, creyente en un modo de hacer las cosas justamente a máquina de matar fría, vengativa. A ver si es verdad que allí, en Río, donde nunca he estado y creo que nunca jamás estaré, es mejor matar antes de que te maten a ti. Que eso esté bien, o esté mal, se lo dejamos al espectador.
El horror rural no es un argumento que coja desprevenido a cualquier aficionado al género de terror. El american gothic lo ha sobreexplotado de una manera hastiable, y ahora mismo se encuentra en un buen estado de salud gracias a esa nueva corriente del 'turisteo macabro', ejemplificado en películas, más o menos logradas, como "Hostel" y su secuela, "Turistas", "Borderland" o "Las Ruinas". Apartándonos de los inefables Estados Unidos, y centrándonos en nuestro amadodiado país vecino, Francia, si tuviésemos que elegir una película para definir un hipotético "French Gothic", avistariamos en plano corto esta soberbia pieza de carnicero pergeñada por Fabrice Du Welz. "Calvaire", como su explícito nombre indica, describe el descenso a los infiernos de la represión rural de un cantante de cabaret. No hace falta que se describan aquí los detalles argumentales, a poco que haya visto el lector un par de películas cortadas por el mismo rasero. Lo que conviene detallar de una cinta como esta, es el modo en que Du Welz la ejecuta. Nos encontramos con un ritmo seco, pausado, preñado de una fotografía absolutamente espectacular. Si es verdad que hay veces en que el efectismo le pierde un poco (algunas escenas de locura descritas a través del montaje), eso no quita a que la elegancia que respira la cinta sea cara de ver en el género. Por otro lado no se exhibe demasiada casqueria, lo que no es óbice para que el espectador sufra un buen rato con lo que se exhibe en la pantalla. "Calvaire" es una buena muestra de cine para sufrir, con un puñado de escenas gloriosas (ese baile en el bar, la violación cuasi-múltiple) y un elenco de actores intachable. Du Welz acaba de estrenar en Cannes "Vinyan" con críticas bastante favorables.